Asi reza la chacarera "Ojitos de trigo" que describe con los ojos de mi padre Juan su infancia de campo de aguadas y arroyos, de veranos intensos y de amigos al sur de córdoba.
Esa experiencia me fué transmitida en sus largos relatos y en su tremenda añoranza a Bell Ville al que siempre regreso. Lo dejó en la adolescencia antes de 1940 para recorrer el norte maravilloso y trabajar en los diferentes oficios y labores de la época como la zafra en Tucumán, la forestal en el Chaco y hasta de mozo en Buenos Aires.
Pero algo paso en sus últimos viajes que lo conmovió más, él que surgió casi bastardo, guacho sin padres que lo reconozcan logró un hogar en el conurbano, una familia y dos hijos pero no concreto títulos ni honores y sus conocidos cordobeses si. Bell ville ya no era la dulce villa de los '30 y no quedaba ni la gran casa, ni el campo que el tanto conocía.
¿El viejo río tercero habrá sido testigo quieto de aquel desengaño?
Herencia de otoño
hojita del viento,
Murmullo del campo
hablando al silencio.
Los juegos del tiempo,
recuerdo infinito,
patitas descalzas
por esos caminos.
Distancia que mezcla
el campo y el cielo.
Sonidos del alba
el río y mis sueños.
Almita de aguacerito,
crecida flor del sendero.
perdiéndose va en el verde
de la niñez que recuerdo.
Ojitos de trigo
sonrisa del viento
amor que yo siento
viviendo sin tiempo.
Ausencia imprecisa
fatal desencuentro,
personas que he amado
y nunca volvieron.
Tierna voz del campo,
manantial perfecto,
me espera en la siesta
como a un niño nuevo.
Quemante sombra de enero,
amigos junto a la aguada.
potrillo azul que me lleva
campo adentro de mi infancia.
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